UNA PALOMA

 

Un vuelo rasante hacia el colectivo.

Un ave que se aproxima silenciosa… lo sigue.

Una voz interior que llama Acuciante

Cada uno vuelve está en su sitio…

La paloma se posa en una vidriera

Como eligiendo

Un colectivo implacable con paso tranquilo.

Adentro la furia de la nada y deseos

por llegar a destino.

En cada ruptura del frío se aparecen sombras

mágicamente en cada uno. Son las 13 horas

Todos sin hablar Sólo con sus celulares

De pronto los pienso en esas noches

donde el verdadero naufragio

es la persistente idea del dolor.

Un dolor que sólo representa un conjunto

de caras sin nombre y latente.

Y esa paloma que nos mira traspasando el vidrio

de cada ventana.

Sólo es una circunstancia de cada quien ese silencio

Ese dolor que como una aguja afilada

se va incrustando suavemente

deja de ser la caricia de alguien

para entrar definitivamente en el olvido.

La memoria agudiza el sentido del recuerdo.

Y al no ver aquellos que una vez estuvieron

al pensarlos se aparecen imágenes pero no están.

Cuando apenas llueve

El cielo gris deja de ser dolor y

comienzan a deslizarse las primeras letras de un grito

Tal vez de amor.

Tal vez llamando y buscando una salida a un nombre

No fue siquiera la muerte del olvido

es todo

es certidumbre encapsulada

a suerte o verdad en los laberintos de la cabeza.

Como el tejido dentro del marco y la tejedora

que le sigue su curso.

Pero el rechinar de los frenos los despiertan

Los ponen en la realidad

y dan paso a una circunstancia descarnada a los ojos.

Todo se vuelve normal. Se agota al intentar dibujar

una figura al borde de un cristal sin brillo.

Ya ni el amor resuena

Permanece el gusto amargo

de las imágenes encontradas

al mirar otra vez la realidad que circunda al colectivo

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